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Sunday, June 03, 2007

Michael Chossudovsky: en planes de EU, el ataque nuclear a Irán

Blanche Pietrich, La Jornada, abril 30

Hace dos años, la comunidad académica de América del Norte calificó al profesor de la Universidad de Ottawa Michael Chossudovsky como "paranoico" por publicar sus hallazgos como analista militar. Decía que los preparativos de Estados Unidos para declarar la guerra a Irán incluían el uso de armamento nuclear. "Hoy hay más evidencias. Y ya nadie me dice paranoico", dice el economista canadiense en entrevista con La Jornada.
Dedicado desde hace tres años a la búsqueda, desclasificación y lectura de documentos oficiales del Pentágono, autor del sitio www.globalresearch.ca -primero en su categoría en la red cibernética-, Chossudovsky ha revelado un sólido proceso de planificación de un ataque contra la nación ubicada en la antigua Persia. Y ha analizado el funcionamiento del eje Estados Unidos-Israel-OTAN, como la nueva fuerza de ocupación.
"La idea de un ataque a Irán data desde la gestión de Bill Clinton. Pero a raíz de la ocupación a Irak, Irán surgió como el siguiente objetivo, en 2003. Primero fue el diseño de un proyecto que, bajo el código Theater Iran Near Term (Tirannt), elaboró un escenario simulado de una invasión de marines. Existe, además, el plan de contingencias, como borrador, para grandes operaciones de combate contra Irán, "CONPLAN 8022", y se pondría en marcha ante un eventual segundo 11 de septiembre.
Se trata, explica, de "planes conceptuales" que plantean operaciones tipo blietzkrieg contra cerca de 10 mil blancos identificados, no solamente militares, sino sobre todo de infraestructura civil.
-Para atacar a Irak, Estados Unidos habló de una "coalición" que en realidad no existió, aunque sí contó con la participación del Trío de las Azores, con Gran Bretaña y España. ¿Será igual en Irán, una aventura unilateral?
-No. En primer lugar, no existe un movimiento antibélico tan grande como en 2003. La fabricación de Irán como un "Estado canalla" ha sido efectiva. Se dice que tiene potencial e intenciones de construir armamento atómico. Los informes de la Agencia Internacional de Energía Atómica son categóricos: Teherán no tiene, ni ahora ni a largo plazo, ni capacidad ni planes para tener una bomba nuclear. Sin embargo, la maquinaria de propaganda de Estados Unidos lo da como un hecho.
Otro ejemplo es la supuesta declaración de Mahmud Ahmadineyad sobre la desaparición del Estado israelí. Lo que dijo, en su traducción correcta, es que podría desaparecer Israel como entidad sionista, como en su momento desapareció la Unión Soviética.
-¿Avizora usted un resultado tan desastroso como el de la ocupación a Irak?
-No, algo peor. Lo más peligroso es la redefinición de los conceptos teatro de guerra y guerra convencional, que ahora incluyen el uso de armas nucleares, las minibombas tácticas conocidas como mininukes, que a pesar de su reducido tamaño y del nombre que sugiere algo pequeño, tienen un potencial de destrucción de entre seis y 30 veces más que la bomba de Hiroshima.
"El cambio de etiqueta permite la utilización de estas armas letales conforme a las nuevas doctrinas militares de Estados Unidos, que presentan una guerra nuclear casi como una acción humanitaria. El riesgo radica en que estas armas, reclasificadas como convencionales, fueron incorporadas como parte del arsenal para Medio Oriente. Según esta nueva categoría, estas armas letales no son disuasivas, sino preventivas.
"En los informes sobre los ensayos con estas armas son descritas como 'inofensivas para la población civil', porque las pruebas son realizadas bajo tierra. Sin embargo, no se menciona que se trata de apenas 20 pies de profundidad. Tampoco se hace a alusión a lo más grave: el efecto de la radiación.
"Otra característica es que los comandos en acción tienen a su disposición, en el teatro de guerra, lo que llaman la 'caja de herramientas', donde pueden escoger, en el sitio, lo que consideren para maximizar la eficiencia de un ataque determinado. En el menú se ofrece desde una Kalachnikov hasta bombas de fragmentación o una mininuke.
"Ya solamente falta afirmar que 'estas bombas son buenas para su salud'. En las campañas de propaganda interna de las fuerzas armadas se minimizan los efectos colaterales de estas armas."
-¿Cuál sería el efecto?
-Los expertos han determinado que el uso de una sola de estas mininukes en Irán podría tener un efecto más catastrófico que en Chernobyl. El peligro de la radiación en esa zona sería un desastre humanitario de gran escala, incluso si no se usa un arma nuclear. Basta con ver el mapa. En Irán se juntan todos los teatros de guerra contemporáneos: Líbano, Afganistán e Irán, que además comparten, dentro de su composición multiétnica, a poblaciones con una misma lengua, el farsi.
-¿Quiénes entrarían en ese plan de guerra?
-Bajo el paraguas Conplan 2004, de Estados Unidos, se firmó un acuerdo de cooperación entre la OTAN e Israel, conforme al cual Israel ha estado haciendo un stock de armas supuestamente "preventivas". Turquía y, posiblemente, Azerbaiján y Georgia, entran en este esquema.
"En 2005 este plan dio un paso más con la orden del entonces secretario de la Defensa de Estados Unidos Donald Rumsfeld al Comando Estratégico para que formulara un plan "en caso de que ocurriese un segundo 11 de septiembre", bajo el supuesto de que Irán estuviera detrás de ese hipotético plan terrorista.
"En 2006, el Post publicó un informe del Pentágono en el que se admitía que un catastrófico segundo 11 de septiembre daría la oportunidad al ejército para avanzar sobre ese objetivo previamente planificado. Este plan está activado a partir de la directiva emitida por el presidente dentro del Plan de Seguridad Nacional, que autoriza el despliegue de armas nucleares. No se conoce el detalle de este plan, pero se sospecha que puede incluir un amplio despliegue tipo teatro de guerra, que incluye a Europa.
"Son cinco los países que tienen en sus bases mininukes y pilotos entrenados para bombardear con ellas: Bélgica, Alemania, Holanda, Turquía e Italia."
La guerra que viene
-¿Porqué esta información no ha causado alarma a escala mundial?
-Porque todo está perfectamente camuflado. El uso de la mininuke ya no está condicionado a la orden del teléfono rojo. Un militar en el teatro de operaciones puede decidir usarla dentro del menú de opciones que tiene. Y la opinión pública está profundamente desinformada.
-¿Cuándo podría estallar esta guerra?
-Eso no se puede decir, inciden diversos factores. Pero desde agosto del año pasado Estados Unidos incorporó a China y Rusia en ejercicios de gran envergadura. En tanto, se registra un gran despliegue militar en el Mediterráneo bajo mando alemán; se militariza las costas de Siria y Líbano, con Israel como fuerza aliada. Mientras tanto, en los ejercicios militares del Mediterráneo y el golfo Pérsico se presenta a Irán como enemigo hipotético.
-¿La pérdida de popularidad y margen de maniobra de Bush no le impiden dar un paso de esa envergadura?
-El no decide. Son la CIA, el vicepresidente Dick Cheney y el complejo industrial petrolero-militar. Algunos factores son favorables. No será una decisión unilateral. En el Consejo de Seguridad de la ONU, Francia, que se opuso en la primera fase de la invasión a Irak, ahora está de acuerdo. Alemania también. Otra desventaja es que no hay un movimiento antibélico como el de hace cuatro años.
"Por decir esto hace dos años me dijeron paranoico. Ya no me lo dicen más. Pero no hay una alarma mundial."
-¿La virtual derrota de Estados Unidos en Irak puede frenar este plan?
-Sí, es un factor.
-Al inicio de la ocupación en Irak, a pesar de lo que se decía, no hubo resistencia. ¿Cómo se organiza el ejército de Irán ante esta amenaza?
-Se dice que en Irak hubo sobornos a los altos mandos militares para que abandonaran la plaza. Pero Irak sabía que iba a perder la primera batida de todos modos. Irán es diferente. Sabe que no puede ganar, pero Estados Unidos tampoco. Tiene un sistema de defensa aérea fuerte, con misiles chinos y rusos. A Irak antes le desmantelaron su capacidad aérea. En Irán, con 60 millones de habitantes, hay servicio militar obligatorio. Es una potencia militar. Y una mininuke no sería catastrófica sólo para ellos, sino para la humanidad entera.

Introducción a la mesa "América Latina abajo y a la izquierda: las experiencias autónomas de los movimientos sociales".

Global Meeting, Venecia 30, 31 de marzo y 1 de abril de 2007.

Ángel Luis Lara

A día de hoy resulta evidente que América Latina constituye un territorio político imprescindible para entender el presente de los movimientos sociales contemporáneos y sus luchas, los contenidos que abordan y por los que se baten en sus prácticas, los repertorios de acción colectiva que activan, así como las relaciones que establecen con lo institucional en sus diferentes formas, incluidas las experiencias de autogobierno que se apoyan en dinámicas constituyentes muy otras nacidas desde abajo.
América Latina es un continente en movimiento al que hay que escuchar y leer. De México a Argentina, pasando por Ecuador, Venezuela, Brasil o Bolivia, en los últimos años hemos asistido a enormes impulsos de cambio social que han emergido desde abajo, ya sea con el epicentro puesto en sectores urbanos, campesinos, estudiantiles, indígenas o, sobre todo, espacios híbridos que han dotado de una potencia inusitada algunos de los movimientos más importantes, llegando incluso a convertirse en acontecimientos comunicativos en el mundo entero. Dichos impulsos han dado centralidad a cuestiones que rebotan por todo el planeta. Las maneras en las que los diferentes movimientos están afrontando temáticas como la democracia, los bienes comunes, la gestión de los recursos, la autonomía, los modelos de desarrollo, la acción transnacional, la creciente crisis de la representación o del Estado-nación, hacen en muchos casos de América Latina un espejo que, como dicen los zapatistas, no sirve tanto para mirarse como para ser atravesado.
América Latina es hoy un espacio continental nuevo en el interior del proceso global de reorganización imperial del mundo. Los procesos constituyentes que han nacido apoyados en el peso cualitativo de las luchas sociales que cubren el continente, están encontrando en la coyuntura global actual un factor favorable. La crisis ya más que evidente del unilateralismo norteamericano, unida al vacío real de potencia del proyecto socialdemócrata en Europa (sintetizado en los repetidos ejercicios semánticos que constituyen hoy su única táctica y que se desmoronan frente a la materialidad de sus políticas reales –véase sino el “pacifismo militarista” de Zapatero, Prodi o Bertinotti en Afganistán-), han impedido hasta el momento la concentración de dinámicas represivas a gran escala capaces de frenar la rica y agitada realidad política del continente latinoamericano. Un enclave privilegiado en el que se condensan de manera paradigmática muchas de las transformaciones que han experimentado las relaciones entre dominadores y dominados en los últimos tiempos.
Las luchas sociales latinoamericanas han desatado un proceso de disolución tendencial de todo carácter unitario y unívoco de la soberanía en su territorio y más allá, llevando a las dinámicas modernas de gobierno hasta su límite. Los sistemas rígidos asociados al ejercicio de la gobernabilidad se caen a pedazos frente a unas resistencias sociales difusas y permanentes que imponen respuestas en términos de flexibilidad y apertura. La governance, esa nueva mecánica de modulación de las relaciones de poder por parte del capital que pugna por controlar los conflictos sociales y los procesos administrativos, emerge y se desarrolla precisamente en esa crisis desatada por las luchas sociales, encontrando en el escenario latinoamericano una materialización paradigmática no solamente de su condición de nuevo campo para el ejercicio del poder, sino también para el desarrollo de la potencia de unos movimientos conscientes de que ese es el territorio complejo en el que se juega hoy la materialidad de los proyectos emancipatorios, su desarrollo, su multiplicación y su supervivencia en un régimen global de guerra que impone cada vez más un estado de excepción permanente.
El carácter ingobernable del exceso que implican las nuevas formas de subjetivación y de vida que portan en su seno muchos de los nuevos movimientos latinoamericanos explica de manera paradigmática el fundamento de la guerra de nuestros días: la histeria de los poderosos ante la excedencia colectiva que emana y se escapa por abajo desata el recurso desesperado al ejercicio de la violencia, de cuyas consecuencias dan buena cuenta los sucesos de Atenco y la feroz represión contra la “Comuna de Oaxaca”, en México. En este sentido, la governance encuentra en la realidad latinoamericana la realización de su doble cara: respuesta desesperada del poder a la crisis y, al mismo tiempo, espacio de expresión de las pretensiones de los movimientos. En el fondo, es ese carácter ambivalente de la governance como nueva forma de la crisis el que está en la base de las relaciones flexibles y conflictivas de los movimientos con las instituciones y los nuevos gobiernos surgidos en Brasil, Argentina, Venezuela, Bolivia o Ecuador, por citar algunos ejemplos.
Elemento determinante de esa crisis sistémica en el contexto latinoamericano es la superación por parte de muchos de los movimientos de las formas de organización del cambio social vinculadas a las viejas tipologías de la representación, los partidos y los proyectos revolucionarios ligados a la rearticulación del Estado moderno. Algunas de las dinámicas de movimiento más potentes están empujando en este sentido en Latinoamérica, liberando definitivamente los procesos de toda condición eurocéntrica asociada a las lógicas de desarrollo afines a las mistificaciones propias del liberalismo político, poniendo en jaque tanto las teorías de la dependencia y las políticas que históricamente han emanado de ellas, como la recomposición del orden a partir del modelo formal y representativo de democracia.
Mención aparte merecen los pueblos indios, que de manera más radical y creativa han abierto brecha en este sentido. El impulso democrático y la defensa de los bienes comunes que protagonizan sus luchas deben ser valorizados junto a la potente paradoja que se materializa en el hecho de que precisamente han sido los más primeros de esas tierras, los pueblos originarios, los que han inducido uno de los saltos adelante más relevantes al hilo de la apertura de una línea de fuga en el tiempo que ha erosionado decisivamente las categorías políticas propias de la modernidad. Toda una historia de resistencias, de lucha por la autonomía, de experiencias de cooperación social y democracia directa, de defensa de lo común, de conquista de autogobierno y de valorización de la diferencia. El trazo complejo de un antagonismo difuso que conviene valorizar a la hora de interrogarse sobre los nuevos vientos que agitan América Latina y que está siendo determinante en el impulso de una mutación antropológica y política decisiva de unas clases subalternas que ya no se resignan al papel de objetos de la representación, sino que conquistan y defienden su derecho a ser sujetos de expresión implicados en la constitución colectiva de otras relaciones sociales y otras formas de vida.
Lo que parece claro cuando uno bucea en la complejidad de los movimientos que se agitan abajo y a la izquierda en América Latina, es que todo intento de reducción y sujeción de las diferencias dentro de un esquema ideológico resulta una empresa imposible. La multiplicidad de luchas y propuestas, así como la creatividad política que aportan sus diferentes experiencias, no puede ser encerrada en un cuadro unitario. Quizá sea precisamente esta la novedad más importante de una vida política latinoamericana atravesada en nuestros días por una irreducible pluralidad de aspiraciones y prácticas radicalmente democráticas.
En su devenir, tres son las cuestiones que probablemente tienen un mayor interés para los movimientos a escala global a partir de las experiencias de los movimientos sociales latinoamericanos. El primero lo constituye el decisivo horizonte post-nacional que cada vez más tienen las luchas en el continente. El segundo sería cómo se relaciona la autonomía de los movimientos con los dispositivos programáticos y las dinámicas administrativas de los nuevos gobiernos que han surgido en países como Venezuela, Bolivia, Ecuador o Brasil. El tercero se pregunta qué nos están diciendo las importantes dinámicas de autoorganización social que protagonizan experiencias como La Otra Campaña en México, cuando apuntan la necesidad de una praxis de defensa y desarrollo de la autonomía de los movimientos, a través de la articulación de un éxodo .